Adjetivos. Úsanse tambien como sustantivos.
El movimiento #yosoy132 se ha definido como apartidista, mas no como apolítico. Esto debería ser inteligible desde las mismas palabras.
Un apolítico es
el que no se interesa o no participa en la política. Puesto que es imposible ser verdaderamente apolítico en una sociedad (cualquier postura asumida es política, incluso la falta de postura), el movimiento evidentemente no podía serlo.
Un apartidista, como lo dice el mismo nombre,
rompe con los partidos. Pero eso no significa que deje de reconocer a los partidos como entidades políticas en el país. De modo que los #132 bien pueden pronunciarse en contra de algún partido político sin perder su condición apartidista (no se identifican con ninguno). Apartidismo no significa negar la existencia de los partidos ni su papel en la política nacional. Eso sería sencillamente necio.
Sin embargo, a muchos no les queda clara esta distinción, pues acusan al movimiento de ser partidista en el momento en el que se define anti-Peña Nieto.
Hagamos un ejercicio de imaginación pueril (tranquilos, no involucra
cambiarle el sexo a nadie) para tratar de encontrar una grieta en esa crítica.
Imagino que estoy en un acalorado debate sobre futbol. En la mesa me he declarado abiertamente ajeno al futbol, pues prefiero otros deportes (el
blatabol, entre otros). Sin embargo, no puedo dejar de meter mi cuchara cuando los americanistas de la mesa empiezan a hablar. Sus argumentos me parecen vacíos y me incomodan sus ínfulas de superioridad. De modo que decido pronunciarme anti-americanista. ¿Significa esto que, en consecuencia, me empezó a gustar el futbol y que tengo ahora la obligación de elegir un equipo? No, puedo seguir siendo anti-americanista sin que me guste el futbol. Incluso, es muy probable que si analizara las calidades futbolísticas del Club América me quedaría sin argumentos de peso para pronunciarme en su contra (no por reconocer su calidad, sino porque es más o menos la misma que la de todos los demás equipos). De modo que es precisamente por estar ajeno al futbol que puedo solidificar más mi postura y no caer en contradicciones. Hasta aquí el ejercicio imaginativo. ¿Puede aplicarse al análisis de nuestras palabras? Yo creo que es una analogía muy precisa, pero sospecho que a los americanistas (o a su empresa madre) no acaba por gustarles.
Dejemos entonces de lado la puerilidad y pongámonos solemnes. Con un monóculo y un sombrero de copa puestos y unos bigotes de caballero inglés bien recortados, cito un interesantísimo
estudio de la Universidad de Salamanca y el Colegio de México sobre el apartidismo y el apoliticismo en México.
Los autores acuden al politólogo estadounidense
Rusell Dalton para establecer las definiciones de apartidismo y apoliticismo. En ellas se introduce una vital distinción:
la movilidad cognitiva. Este terminajo se refiere a tener los recursos para definirse política y electoralmente sin depender de señales externas, especialmente aquellas que vienen de los partidos. Una persona con movilidad cognitiva sería una persona informada y con juicio crítico sobre el acontecer político en el país. Un apolítico, en consecuencia, carece en gran medida de esta movilidad cognitiva. No está interesado en la política como consecuencia de la apatía más que por decisión racional. Aquí los autores reconocen que es imposible ser apolítico de manera reflexiva y crítica. O dicho de otro modo, adoptar una postura como resultado de un análisis juicioso e informado nos convierte en entes políticos. Pero, atención, esa politización no conlleva necesariamente una partidización. Para
algunos, los partidos son la fetichización de la política, pues éstos la entienden como un fin y no como un medio, lo cual es falso. Existen otras formas de hacer política fuera de los partidos. Así, es natural que las críticas al movimiento por llamarse apartidista pero no apolítico y aún así participar en la política nacional provengan de quienes creen que la única forma de hacer política es a través de los partidos.
La siguiente tabla ilustra muy bien las posturas y definiciones que hasta ahora hemos analizado.
Movilidad cognitiva/Identificación política Identificados No identificados
Alta Partidistas cognitivos Apartidistas
Baja Partidistas rituales Apolíticos
Se puede ser partidista o no (identificación política), y se puede tener información y juicio crítico o no (movilidad cognitiva). Lo que presenta la tabla serían las combinaciones de esas características. Hay que poner atención especial en que existen dos tipos de partidistas según su nivel de movilidad cognitiva. Los autores los llaman
partidistas cognitivos y
partidistas rituales*. Si hubiera que poner etiquetas simplistas, a los primeros los llamaríamos
simpatizantes y a los segundos
acarreados.
Nótese también que la diferencia entre los apartidistas y los apolíticos no es la falta de preferencia por un partido (característica compartida por ambos), sino el ejercer un juicio reflexivo sobre su condición política. Los autores señalan que ambos tipos de ciudadanos conforman a los indecisos, a los votantes independientes en las elecciones. Sin embargo, esa indecisión puede tener dos causas. En los apartidistas la causa sería la falta de identificación con cualquier partido como resultado de un análisis racional; mientras que en los apolíticos la causa sería sencillamente la apatía y la desinformación.
Toda esta cháchara sobre la identificación partidista sería irrelevante si no existiera el hecho documentado de que los apolíticos pueden convertirse en partidistas sin ganar juicio crítico en el camino. Es decir, pueden pasar directamente de ser apáticos a ser acarreados. Las motivaciones sólo las podemos imaginar (¿dinero, promesas de poder, atracción física, simple y llano borreguismo?), pero esto resulta ser un fenómeno crucial en esta coyuntura
**.
Más adelante en su artículo, los autores señalan que el apartidismo y el apoliticismo han crecido en México en las últimas dos décadas como consecuencia de un aumento en la escolaridad promedio de la población. De hecho, en 2003, el sector de la población que menos identificación partidista tenía era el sector con estudios universitarios. El apartidismo y el apoliticismo han crecido entre los jóvenes más que entre cualquier otro sector de la población. Sin embargo, es de hacer notar que los apolíticos han crecido más que los apartidistas. Esto significa que cada vez hay más personas que no ejercen la política informada y juiciosamente. En los inicios de la década pasada, este sector representaba el 27% del total de electores. Sobre este hecho, los autores señalan:
"El [crecimiento] de los "apolíticos" es un síntoma de la creciente falta de representación política entre los sectores más vulnerables. Los "apolíticos" de hoy son, en buena medida, los "partidarios rituales" de ayer. Dado que los apolíticos han crecido en todos los rangos de edad, y significativamente entre los jóvenes, esta hipótesis significa que el sector de los apolíticos se nutre de los partidarios rituales del pasado (entre los de mayor edad) y de jóvenes que hubieran sido muy probablemente partidarios rituales en otros contextos políticos y sociales."
Con estos elementos, no tenemos que ser doctores en ciencia política para imaginar qué es lo que está pasando en estas elecciones. El PRI supo interpelar a ese sector de jóvenes apolíticos que "muy probablemente hubieran sido partidarios rituales en otros contextos políticos y sociales" y efectivamente los convirtió en partidarios rituales en este particular contexto político y social. De manera simplista, llamémoslos "porros del PRI". Partidistas rituales. Partidistas con baja o nula conciencia política. Partidistas que nunca se han cuestionado seriamente su identificación partidaria. Partidistas que pasadas las elecciones volverán a su apoliticismo apático.
En este desconsolador diagnóstico, brilla una luz de solución. Si lo único que hace falta para convertir a un apolítico en un apartidista son los recursos para definirse política y electoralmente, sin depender de señales externas, entonces lo que estamos obligados a difundir es la autoconciencia política, la recepción de información de manera reflexiva y crítica. Esto nos capacitará como entes políticos y nos permitirá decidir nuestro futuro con nuestras propias manos. Si en el camino decidimos partidizarnos, estará bien, siempre y cuando mantengamos esa movilidad cognitiva, esa capacidad de análisis crítico de nuestra condición política. Pero mientras tanto, asumamos y defendamos nuestra postura política apartidista. Informémonos para definirnos, y llevemos la información a otros para evitar que alguien más los defina.
En suma, no busquemos partidizar a nadie. Busquemos convertirlos a todos en entes políticos reflexivos e informados.
Fuentes: Seguid las ligas, hermanos míos. Esta vez no hubo tumbaburrazos.
Sinónimos: Nada dicen los tesauros. Yo propongo para "apartidista": apartidario, votante independiente, indeciso, y para "apolítico": apático.
Ejemplos de uso: Ahora sí, no les hago la tarea. Basta googlear "apartidista" o "apolítico" junto con "#yosoy132" y verán multitud de ejemplos de uso.
* Realmente, el término que ellos usan es "partidario", pero lo oponen a "apartidista" en todo el texto, de modo que no encontré razones para no convertir "partidario" en "partidista".
** Nótese que le estoy perdiendo aversión a esta palabra.